El porqué de la constancia

Otra habitación propia

Quizás sea un riesgo organizar «otra exposición de mujeres»; siempre ronda esa sensación de perder de vista justo aquello que se intenta visibilizar. Pero diferentes conversaciones de los últimos meses me llevaron hasta aquí; escucharle a jóvenes artistas cubanos hablar de la ausencia de referentes en las escuelas de arte fue, cuando menos, inquietante.

Recientemente un promotor cultural en Cuba se sorprendía ante la exposición de una pintura de rasgos expresionistas y dos metros de altura. Le parecía imposible, teniendo en cuenta que una mujer muy joven –y de baja estatura– fuera su autora. Y lo expresó libremente, en esas plazas públicas y en apariencia inclusivas que son las redes sociales. La artista, además, impartía clases en la academia de bellas artes más antigua de Cuba, San Alejandro.

En la misma escuela, a principios de los 2000, algunos profesores hombres se cuestionaban el derecho a un aula amplia y luminosa, donde una maestra de la pintura contemporánea cubana, junto a sus alumnos, comenzaban a remover mucho más que pigmentos. También por aquellos talleres transitaron, en los años 90, las estampas de una transgresora del grabado, quien inmortalizó en sus obras la figura de una princesa africana sacrificada para conservar un secreto de varones. Décadas atrás, a finales de los 50, se estrenaba allí como profesora una de las mayores artistas pedagogas, iniciadora de la contemporaneidad en el arte cubano y en sus métodos de enseñanza; la misma que fuera separada del magisterio por su obra y carácter francos.

El porqué de la constancia reverencia el poder de un grupo de mujeres artistas cubanas que en algún momento de sus carreras eligieron ponerse de pie frente a un aula para compartir sus habilidades y filosofías de creación. Propone el diálogo entre algunas de esas Maestras históricas con las que contó la enseñanza artística en La Habana –desde la década de los 60 hasta entrados los años 2000– y quienes le sucedieron, a veces como alumnas, otras, ejerciendo también la educación.

El juego intertextual con el poema de Gertrudis Gómez de Avellaneda es una bandera blanca. Nadie está por encima, nadie por debajo. Las cualidades le pertenecen a la naturaleza humana y no a una identidad de género. Eso sí, pareciera que aún estamos en la búsqueda constante de un lugar, de «una habitación propia» en la que construirnos y reconocernos. No queremos cortar la cabeza de Holofernes, pero sí tener el derecho de empuñar el cuchillo, en caso de ser necesario.

Sandra García Herrera, mayo de 2024.

Antonia Eiriz, Rocío García, Consuelo Castañeda, Teresa Sánchez, Inés Garrido, Belkis Ayón, Sandra Ramos, Anyelmaidelín Calzadilla, Glenda Salazar, Adislen Reyes, Ariamna Contino, Mabel Poblet, Yoxi Velázquez, Evelyn Aguilar, Gabriela Reyna, Greta Reyna, Osy Milián, Rosa Cabrera

Antonia Eiriz

Rocío García

Consuelo Castañeda

Teresa Sánchez

Inés Garrido

Belkis Ayón

Sandra Ramos

Anyelmaidelín Calzadilla

Glenda Salazar

Adislen Reyes

Ariamna Contino

Mabel Poblet

Yoxi Velázquez

Evelyn Aguilar

Gabriela Reyna

Greta Reyna

Osy Milián

Rosa Cabrera